Esta tradición característica de México tiene su origen en la época prehispánica. El culto a la muerte formó parte de la visión indígena de pueblos como: mexicas, mixtecas, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas, etc. Debido al gran impacto cultural de esta celebración la UNESCO decidió nombrarla Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2008.
¿Cuál es el origen de esta tradición?
La época prehispánica fue marcada por culturas mesoamericanas que rendían culto a la muerte, dando así nombres a los dioses encargados de definir el destino de las ánimas. Estas deidades eran Mictecacíhuatl y Mictlantecuhtli. Conocidos como los señores del Mictlán “lugar de los muertos”.
Cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y con comida que le agradaba al difunto. ¿Por qué ponían comida? Esto surgió debido a la creencia de que durante el recorrido al Mictlán los espíritus podrían llegar a sentir hambre, así que se les preparaba para llegar bien a su destino.
El Mictlán estaba dividido de acuerdo con la manera en la que fallecían y contaba con 9 niveles que tenían que superar para que sus almas llegaran con los dioses y fueran protegidas por la eternidad.
El alma de un guerrero muerto en combate llegaría a Tonatiuhichan. Si moría ahogado su destino era el Tlalocan. Si una mujer moría en labor de parto era recibida en Cincalco y para los bebés que no nacen muertos o no probaron alimento sólido existe el chichihuacuauhco, lugar donde hay un árbol nodriza que alimenta a los bebés.
Hoy en día esta celebración tiene una combinación de rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos tradicional de los indígenas. Dando paso a la tradición de poner la ofrenda y visitar el panteón.
En el Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido a los difuntos.
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